Diecinueve ministros y quinientas noches para una crisis.

Joaquin Sabina se calza su bombín en Madrid

Sabina

Trago de tequila en mano, luce ganas de hablar de lo que ve desde su dúplex de la plaza de Tirso de Molina de Madrid, que no es una torre de marfil, advierte, sino una atalaya desde donde escrutar lo que sucede. Y lo que sucede, asegura, le toca.

-Su show se llama 500 noches para una crisis. ¿Quería aportara su reflexión al momento que vivimos?

-Creo que ya estamos saturados de tanta reflexión a cuento de la crisis. Primero vino el derecho al pataleo y ahora llega Podemos. Yo no soy fan, pero por algún lado tenía que salir la pobre gente que no tenía dónde rascar una mínima esperanza. Por suerte, aquí no ha salido ningún Berlusconi ni ningún Le Pen, al menos con estos parece que te puedes tomar una copa. Yo, desde luego, una copa me pienso tomar. No sé si luego me pediré la segunda, porque ellos dicen que no pagan (risas).

-¿Le veremos dando el concierto de cierre de campaña de Podemos?

-No. Ya cerré alguna que otra campaña en momentos esperanzados de la transición, una vez con el PSOE y otra con Anguita, pero ahora me falta entusiasmo hasta para poner la ceja.

-¿Cosas de la edad o del panorama, que no anima?

-Porque estoy estupefacto, no me adhiero a nada de corazón, estoy a verlas venir. No creo que toda la gente que dice que va a votar a Podemos al final les vote, o quizá sí, no lo sé, pero al menos van a limpiar el panorama, van a quitarle caspa y roña a la política de este país.

-Emilio Botín se murió advirtiéndonos contra ellos.

-Fíjese, era el más listo, porque los demás sólo veían a Podemos como un grupo de frikis. Hasta el día que llegaron, el pueblo español me parecía el más manso y esclavo del mundo. Me sorprendía que la gente no saliera a la calle a quemar bancos y poner guillotinas en las plazas. Ahora estamos expectantes, atentos, mirándoles, pero tratando de no ilusionarnos demasiado con ellos para no pegarnos luego el hostión.

-Habla en primera persona del plural.

-Porque tengo amigos, hablo con ellos, leo la prensa y sé que hay mucha gente que está como yo: mirando, atenta, expectante. Noto que la gente se querría ilusionar más con Podemos, pero ya nos fiamos y nos la cogemos con papel de fumar.

-Dicen que hay que abrir el candado del 78.

-Me he preguntado muchas veces si en 1978 se hicieron las cosas bien o mal. A mí, que entonces tenía 28 años, en ese momento me pareció que se hacía poco. Luego, con los años, me pareció que se hizo lo que se pudo. No siento que la solución al problema de hoy sea corregir el 78, sino hacer el 2015. Deberíamos ir a un período constituyente que alumbre una nueva constitución. La que tenemos ha aguantado 40 años, pero ya no funciona.

-¿La votó?

-No. Solo he votado dos veces, una contra la OTAN y otra a Julio Anguita. Cuando hice lo de la ceja con Zapatero, no voté.

-¿Qué pasa, los domingos le viene mal, tiene otros planes?

-Es que soy muy dual. Tengo un corazón anarquista dentro de una cabeza socialdemócrata de izquierdas, vivo una lucha constante. El corazón anarquista dice que voten ellos. El otro hace lo de la ceja con Zapatero.

-¿Cuál de los dos cree que hablará esta vez?

-No lo sé, ya le digo, estoy expectante. Después de la primera copa con Pablo Iglesias, le cuento.

-2014 pasará a la historia como el año en el que se conjuró el maleficio de aquella pintada que decía: ‘Dimitir no es un nombre ruso’. Ahora dimiten todos.

-La crisis va a servir para inocular en el país una vacuna que hará que en el futuro se lo piensen dos veces antes de irse con mi dinero a ver a la novia a Tenerife. Cuidado, que a mí me parece perfecto que vaya, porque he visto las fotos y la novia tiene un polvo, pero que se lo pague de su bolsillo. Espero que, al menos por unos años, esta catarsis nos vacune contra los que metían la mano en el cajón con tanta desfachatez. En algo hay que creer.

-¿Esa catarsis calará en la gente? A veces da la sensación de que la corrupción es sólo un reflejo más de vivir en un país de pícaros.

-Es que este país carece de virtudes republicanas. No hablo de monarquía o república, sino de valores ciudadanos. Fueron muchos años viviendo bajo el franquismo y ese peso aún se nota. A todos nos preguntan varias veces al mes si queremos la factura con IVA o sin IVA y ninguno montamos un escándalo ni nos ponemos dignos. Eso se cambia en la escuela, con pedagogía. Pero claro, luego llegan estos y el primer día se cargan la asignatura de Educación para la ciudadanía, como si fuera una cosa bolchevique. ¡Pero hombre, si hasta Savater y Vargas Llosa estaban de acuerdo!

-¿Si dentro de cinco años vuelve a cantar a Barcelona y es la capital de un Estado independiente, irá igual de contento o con un pellizco en el estómago?

-Yo no canto para los Estados, canto para la gente y para mis amigos, y para ellos lo hago todas las veces que haga falta igual de contento. No soy nacionalista, tengo una cultura de izquierdas que pide abolir las fronteras y en Catalunya conservo un montón de amigos que considero mis hermanos. Y aunque no soy nada jacobino, reconozco que hay un pequeño trocito jacobino en mi corazón que se sentiría dolido si todos hermanos míos catalanes se convirtieran en cuñados. Porque yo con los cuñados… como que no. Hablo desde un punto de vista estrictamente sentimental. Políticamente, no le veo solución.

-Eso decía Ortega, que el problema de España y Catalunya sólo puede conllevarse.

-Creo que es así. Me entristece este malestar, pero no le veo salida por ningún lado. Me duele que haya gente que en la cena de navidad, con los primos y los cuñados, ya no se atreva a hablar. Conozco casos muy cercanos a los que les está pasando, y me parece muy grave. Creer, como cree Mas, que se puede lograr la independencia desde el Palau de la Generalitat con un 30 % de los votos, o un 40, o incluso un 50%, es un error. Eso es dividir un país, y no me parece deseable. ¿Arreglable? Tampoco lo veo.

-El Papa anda pidiendo justicia social. ¿Qué le parece?

-La puesta en escena me sigue pareciendo ética y estéticamente inaceptable. Soy muy anticlerical y no puedo estar de acuerdo con lo que veo. Lo que dice me parece aceptable, aunque llega tarde. Y tampoco es que esté llamando a las barricadas. Vamos, que para hacer chistes está bien, pero para tomármelo en serio, no tanto.

-¿Con este no se iría a tomar una copa?

-Con este, si paga él, a lo mejor sí (risas).

-¿Para cuándo una canción sobre el Pequeño Nicolás?

-Ahí ando. Canción aún no, pero ya he escrito algún que otro verso a cuento del personaje. Su caso me parece una metáfora perfecta de cómo se han subido escalones en este país en los últimos tiempos, cuál ha sido el criterio para elegir a los representantes políticos y empresariales, siempre yendo a por el más tonto de la clase, pero el más trepa y aprovechado. Pero le seré sincero, a mí, como cantante y compañero, lo que más me preocupa es lo mal que lo está pasando la Pantoja. No duermo pensando en ella (risas).

-¿Qué estará pasando por su cabeza ahora mismo?

-Jamás pudo imaginar que acabaría en la cárcel. Ahora, su vida, no hay culebrón en el mundo que lo iguale. Es impresionante. El torero muerto, Encarna Sánchez, Cachuli, Marbella, la cárcel… A su lado, Madame Bovary era una monja de clausura.

-¿Se cree a Felipe de rey?

-Me parece bien intencionado, hace lo que puede y si se presentara a las elecciones, mucha gente lo votaría, pero yo soy republicano. La monarquía me parece un anacronismo.

-Cumplió 65 años en febrero. A esa edad, muchos piden la pensión y se van a ver obras.

-Ya, pero es que ahora no hay ni obras, me pregunto qué harán los pobres jubilados españoles. En los próximos años me veo haciendo lo que hago ahora, pero a menor ritmo. Seguiré cantando de vez en cuando, sacando mis discos, haciendo mis dibujitos, tomando copas con mis amigos y muriéndome de la risa con ellos. Y seguiré yendo a la cárcel a ver si la Pantoja me concede un bis a bis.

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